jueves, 11 de diciembre de 2008

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Cuando Renato se planteó por primera vez el por qué de las cosas ya era demasiado viejo, pensó , para llegar a una solución empíricamente satisfactoria. Apenas contaba con 16 años, pero se le antojaba la juventud y la madurez como agendas demasiado completas como para inmcluir tal ejercicio de introsprección y sabiduría. Porque la sabiduría era para él como cualquier otro trabajo, sólo que daba menos dinero y era sexy hasta que se convertía en harapiento. Ser sabio nunka había exo a nadie follar más alla de lso 60 se dijo con un tono muy serio. Y para él bastó. Sus verdades eran absolutas, igual que sus colores: negro, rojo, azul, amarillo, blanco y verde. El resto no merecían individualizarse con aquellas absurdas y primitivas apreciaciones cromáticass: beige, camel, pistacho, burdeos, cyan, celeste, pastel…

Estando un día en la ducha descubrió el que fue para él el mayor descubrimiento de toda su vida. La gente se empeña en viajar al espacio cuando quizá sea mucho más interesante (y complicado aunque suene absurdo comparandose con viajar por el cosmos) descubrir las fosas marinas; y algo así pensó él mientras el agua formaba diminutos canales de agua caliente por su cuerpo. ¿Para qué buscar y buscar fuera respuestas si somos incapaces de buscarlas dentro? Parza que embarcarse en esa carnicería que siempre es el amor (que diría Pavese) buscando llenar algo que ni siquiera sabemos si está vacío. Meter y meter cosas dentro buscando esa sensación de jartamiento, del círculo que se llena, de abundancia. Era un instinto puramente animal que no debia de diferir demasiado del que tenía un orangután al amontonar sus mierdas (en el supuesto harto imrpobable pero divertido aún así, de que un orangután se dedicase a tan indecorosos hobbies). El ser humano se había pasado 20 siglos buscando fuera una respuesta para algo que en primer lugar desconocía, y que en segundo, no sabía siquiera como funcionaba o si iba con gasolina o era diesel.

Renato decidió conocerse a si mismo. Depender de otros para ser feliz era algo inevitable creyó, pero no era sino lo que le habían dicho que era inevitable. Una montaña inmemorial de opiniones y experiencias constituía el paquete cultural que se el entregó al nacer y se le obligó a asumir como cierto. Un hombre es feliz compartiendo su vida con alguien. Un hombre necesita un trabajo que le llene. Un hombre necesita viajar y concoer mundo. No sabía de donde provenían pero se habían convertido en lso amndameintos que regían su vida, y nadie le había pedido siquiera permiso. Muy absurdo le parecía todo. Lo primero el amor, pero luego el resto de cosas. La gente le resultaba estúpida por incapaz. Inútil por conformista. De verdad creía que nadie se conocía a si mismo. Y él, en aquella interminable ducha que no debió durar más de 10 minutos intentó conocerse. En la ducha eso sí, por si algo salía mal no dejar su habitación llena de visceras y sangre. Cerquita del sumidero, solo por si acaso.

Pero no pudo. No debía ser facil llegar hasta ahí abajo susurro mientras veía perderse el agua. Su mente le repelía una y otra vez, intentaba concentrarse pero cualkier cosa le distraía de su misión. Intentaba sentarse y preguntarse como era de verdad. Lo hacía en el metro a la mañana y en el parque a la tarde pero nunca avanzaba. Y él que siempre supo que el mundo era más listo que él pensó si sería que su mente le protegía o si la vida el ponía aprueba. Y tantas preguntas y tanto desconcierto le provocaron un terrible y constante dolor de cabeza. A aquel chico siempre le dolía la cabeza. A aquel chico le importaban dos mierdas la mayoría de las cosas

Publicado por CANALLA en 20:39 |  

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